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REAL VILLA Y VALLE DE VALDELAGUNA (BURGOS). UN ACTIVO PASADO DE PASTORES TRASHUMANTES

José Luis MORENO PEÑA

 

El Valle de Valdelaguna se configura como municipio en un espacio singular, con atributos diferenciadores que le dotan de acusada originalidad y donde, en nuestros días como antaño, los hombres que lo pueblan se han sentido identificados, en una difícil simbiosis, con el entorno que los cobija. La base territorial y el grupo social formaron en este enclave de la alta Sierra burgalesa un conjunto muy integrado, en el que los elementos y condiciones que definen el complejo ecológico, de potencialidades limitadas, fueron aprovechados al máximo de sus posibilidades y de forma racional, dando lugar a una combinación que hoy, desde la perspectiva de nuestra sociedad industrial, basada en el fomento consumista y en el despilfarro de bienes, nos parece de consecución difícil.

Una naturaleza agreste, constituída a partes iguales por la dureza de un clima rudo, de un relieve contrastado, de unos suelos demasiado entecos o excesivamente inestables y mermados por razón de la pendiente, pone en escena las hermosuras de unos paisajes pletóricos de la fuerza de la vida, con ricos cromatismos que incluyen variados matices, cambiantes a la par del giro de la rueda del año, con contrastes muy acusados entre las estaciones. Ello propició desde siglos pasados unas originales formas de vida, de base pastoril, perfectamente adaptadas a las condiciones modeladas por el medio natural, y sabiamente complementadas con algunos aprovechamientos agrícolas. Presentaban también la rareza de encontrarse bien integradas en el contexto de una economía externa, con alcance en todo el ámbito de los reinos hispánicos, y con proyección internacional a través del comercio lanero, que tenía en la ciudad de Burgos su centro más activo, en unos momentos en los que las pautas que regían la mayor parte de la actividad del hombre eran mucho más cerradas. Se trata, por otra parte, de una apertura que era coetánea de la que, algo más al sur del Valle de Valdelaguna, caracterizaba también a las demás poblaciones próximas de esta comarca pinariega.

En efecto, los pueblos del corazón de la Sierra burgalesa se caracterizaron hasta bien avanzada la centuria decimonónica por una gran especialización de sus actividades, en proceso de dilución generalizada y cada vez más rápida en la primera mitad del presente siglo y ya totalmente difuminadas hoy.

Desde la Edad Moderna hubo un grupo de municipios —Quintanar de la Sierra, Regumiel de la Sierra, Canicosa de la Sierra, Vilviestre del Pinar, Palacios de la Sierra, Hontoria del Pinar, con sus anejos de Navas y La Aldea, Duruelo, Molinos de Salduero, Covaleda, San Leonardo y sus aldeas, Navaleno, Arganza, Casarejos y Vadillo—, que tuvieron como actividad básica para el desenvolvimiento de sus vidas la del transporte a larga distancia a base de cuadrillas de carreteros. Se integraron para ello en una poderosa organización, la Cabaña Real de Carreteros, en cuyo seno se movían por los más apartados lugares de los reinos hispánicos 1. Algo más al sur hubo otros pueblos también eminentemente transportistas —Huerta del Rey y Arauzo de Miel, con Doña Santos— entregados a una ocupación parecida, pero con peculiaridades por el medio utilizado, recuas de caballerías, por los productos transportados, menos pesados y voluminosos, y por la distancia, más corta, que entraba dentro de su radio de acción. Hay asimismo algunos pueblos —La Gallega, Pinilla de los Barruecos— en los que, aun no siendo fundamentalmente transportistas, la actividad del transporte también repercutía indirectamente, pues sus vecinos se ocupaban en elevada proporción en el oficio de construir y reparar carretas, no sólo en sus localidades de origen, sino también en lugares apartados, por toda Castilla. Y hay, por último, y a ellos vamos a referirnos a continuación, otro grupo de pueblos, los situados al norte de los anteriormente enunciados, que estaban especializados en la actividad ganadera y poblados por recios y sobrios pastores, los del Valle de Vadelaguna y Neila, y también algunos de nuestra vecina La Rioja, que era una parte de Burgos hasta que en 1833 se segregó con el nombre de provincia de Logroño.

En todos estos lugares la existencia de vastos espacios de carácter comunal constituyó una base para aquellas actividades definidas, entre otros atributos, por el rasgo de la sobresaliente movilidad y por el dinamismo que caracterizaba a sus protagonistas, que eran casi volanderos, como las golondrinas, que cada año se van y vuelven al mismo sitio, o como las cigüeñas, aves estas últimas con las que compartían, en parte, rutas y destinos, desde las sólidas torres de las iglesias del Valle hasta las charcas de las más meridionales tierras extremeñas. Dehesas y claros en los copiosos bosques de roble, de haya, de acebo y de pino proporcionaban los lugares y el alimento necesarios para el mantenimiento y asueto de los bueyes de revezo, madera para construir carretas y para comerciar con ella, en los pueblos transportistas; y apetitosas yerbas, que crecían en los frescos puertos y en las campiñas, que aquí designan a los espacios abiertos cubiertos de césped de las alturas, alquilados a los pastores trashumantes, en los pueblos del norte, extendidos por el Valle de Valdelaguna y Neila, donde agostaban milenarios rebaños de las apreciadas ovejas merinas. El trabajo y el comercio de la madera, que hoy se ha extendido por algunos de éstos últimos —Neila, Huerta de Arriba, Huerta de Abajo, Tolbaños de Arriba, Tolbaños de Abajo— aún no había alcanzado el valor esencial que entrañaba para los primeramente citados y el monte pinar ocupaba una extensión sensiblemente más reducida que la que hoy alcanza en el conjunto de los seis pueblos del Valle de Valdelaguna, que fueron siete hasta hace cuatro décadas, cuando Huerta de Arriba se convirtió en municipio independiente, y ocho hasta los años cuarenta de la centuria decimonónica, cuando Barbadillo de Herreros se separó de la Real Villa y Valle de Valdelaguna. Todos ellos, lo mismo que Neila, vivieron hasta bien entrado el siglo XX volcados en el aprovechamiento alternativo de sus frescos pastos veraniegos, o "veranaderos", como sus habitantes los denominaban, y de los invernaderos, situados en las lejanas tierras de Extremadura, donde tenían que vivir, lejos de sus recordados hogares, la mayor parte del año.

Desde los primeros años de nuestro siglo hasta hoy varias cosas han cambiado. No sólo la fronda del pinar se ha hecho más notable a través de su avance a costa de pastizales y labrantíos, sino que también ha variado la presencia humana, ahora muy mermada, aunque no tanto como en otras comarcas agrícolas del resto de la provincia, y está, desde luego, más envejecida que antaño. También han decaido las ocupaciones y preocupaciones tradicionales de sus habitantes, que ya no son las ovejas y los carneros merinos, ni las magras cosechas de trigo y centeno, cuya producción, que era insuficiente para atender al sostenimiento de sus necesidades alimenticias, por lo que frecuentemente había que recurrir a su compra en otras poblaciones, tenía carácter complementario de lo que constituía la actividad fundamental, el pastoreo. A partir de él Neila, Huerta de Arriba, Huerta de Abajo, Tolbaños de Arriba, Tolbaños de Abajo, Vallejimeno, Quintanilla de Urrilla, Bezares y Barbadillo de Herreros dejaron claro testimonio de su vivir en los caminos y en los pueblos de muchos y lejanos lugares de España.

Es claro que el discurrir histórico de estos pueblos del Valle de Valdelaguna y el hacer de los antepasados de algunos de los que hoy, igual que aquellos, se reúnen una vez más en la sede que simboliza su caminar solidario, en la ermita de Ntra. Señora de Vega, en la Comunidad de Patria, también siguió otros derroteros, con aplicación laboriosa en diversas ocupaciones, en la administración, en la industria y el comercio, en diferentes lugares, o aquí mismo, en la minería del hierro, de la que los pozos, hoy cegados, de las minas que se situaron en este mismo entorno de Patria son un testimonio, igual que los hornos de fundición, como el que aún se alza airoso a la entrada de Huerta de Abajo, o las ferrerías de Barbadillo de Herreros, donde el propio nombre del núcleo pregona bien su ascendencia centenaria en los trabajos de la fundición, que entonces eran casi un arte.

No obstante esta diversidad de ocupaciones, y teniendo en cuenta tanto la limitación del breve espacio aquí disponible para hacer esta remembranza histórica del Valle, como el interés de reconstruir y dedicar un recuerdo a lo que fue hasta hace pocas décadas el principal elemento de identidad de sus naturales, nos vamos a centrar fundamentalmente en la descripción de los modos de vida tradicionales definidos por la trashumancia de ganado lanar. Se estructuró su pastoreo sólidamente sobre la base doble de la disponibilidad de los necesarios pastos del verano, aquí o en los pueblos próximos, a que ya hemos aludido, y en la existencia de una legislación que amparaba y protegía a los ganaderos del mismo modo que otras leyes hacían lo propio con nuestros vecinos los carreteros de Quintanar, de Palacios de la Sierra y de las otras poblaciones dedicadas a esta actividad.

Haremos, sin embargo, antes una breve reseña de algunos testimonios que dan noticia lejana de estos pueblos. Se trata, como es habitual también en otros casos, de referencias principalmente de índole jurisdiccional y fiscal.

Del año 1044 es una cita del lugar de Vega, que aparece junto a otros, entre los que figuran los dos Tolbaños, Neila y Barbadillo de Herreros, con motivo de su entrega a los monasterios de San Pedro de Arlanza y al, hoy desaparecido, de San Cristóbal, de Vallejimeno 2. Este término aparece ya documentado en el 932, por el mismo santuario de San Cristóbal, al hacérsele donación de varias heredades y serles concedidos a sus frailes ciertos derechos de pastoreo 3. La disponibilidad de pastos para el ganado, que proporcionaba fuerza de trabajo y fertilizantes para la agricultura, y de montes, para proveerse de madera y de leña con que alimentar los hogares, constituían necesidades de satisfacción ineludible en aquellos lejanos días de la Edad Media. Por eso ambos aspectos aparecen de manera habitual en fueros, donaciones reales y en transacciones tanto entre particulares como entre instituciones y pueblos, sin que constituyan una excepción los del Valle de Valdelaguna.

En el siglo X los lugares de Vallejimeno, Neila y Huerta de Arriba formaban parte del Alfoz de Barbadillo, juntamente con los otros pueblos —Bezares, Quintanilla de Urrilla, Huerta de Abajo, Tolbaños de Abajo y Tolbaños de Arriba— que hoy constituyen el Valle de Valdelaguna, y varios más, como Barbadillo de Herreros, Barbadillo del Pez y Riocavado de la Sierra, que en el siglo XI se disgregaría para integrarse en el Alfoz de Lara 4. Se incluían, además, en la misma circunscripción otros núcleos, después despoblados y hoy ya desaparecidos, como Barriús, cerca de Huerta de Abajo, Huertasuso de la Panera, próximo a Huerta de Arriba, Latedo, situado entre Tolbaños de Abajo y Huerta de Abajo, el citado San Cristóbal, en término de Vallejimeno, San Román, Sarracín y Urrilla, en Barbadillo del Pez, Villanueva de Herreros, en Barbadillo de Herreros, Villanueva del Rebollar, en ledanía de Tolbaños de Arriba, Tolbaños de Abajo y Huerta de Abajo, y los lugares de San Pedro de Vega y de Santa María de la Vega, del que se conserva su ermita 5.

El nombre de Valdelaguna ya aparece así expresado en una real carta de 1285, con ocasión de la concesión por Sancho IV al concejo de Burgos de los derechos que tenía como señor de Lara en varios pueblos, entre los que aparece Barbadillo y "Val de Laguna" 6.

Otras referencias, que nos dan precisiones acerca del régimen jurisdiccional de los pueblos del Valle de Valdelaguna y del estatuto jurídico de sus habitantes se deducen a partir de las reseñas contenidas en el Libro Becerro de las Behetrías —o de las Merindades de Castilla—, donde nuevamente aparecen documentados, ahora ya algo más tarde, a mediados del siglo XIV, formando parte de la Merindad de Santo Domingo, Vallejimeno —"Villa Jimeno"—, Bezares —"Veçares"—, Tolbaños de Arriba —"Tolvannos de Suso"—, Huerta de Abajo —"Huerta de Yuso"—, Tolbaños de Abajo —"Tolvannos de Yuso"—, Huerta de Arriba —"Huerta de Suso"—, Quintanilla de Urrilla —"Quintaniella Hurriella"— y Barbadillo de Herreros —"Baruadiello de Ferreros"— solariegos y de los Fernández de Velasco, y Neila —"Neyla"—, que era behetría de los señores de Lara 7.

Pronto se comienza a manifestar el carácter unitario de estos pueblos, que, aunque con peculiaridades propias, se presentan como conjunto, con un régimen administrativo común y dependiente de una misma jurisdicción, que se conservará como una constante a lo largo de los siglos, y hasta nuestros días, lo que no impidió ciertas segregaciones, como la de Barbadillo de Herreros en el siglo XIX, y la de Huerta de Arriba, a mediados del presente siglo. No fueron éstas las únicas tendencias disgregadoras. En distintos momentos se suscitaron litigios a partir del deseo de mayor autonomía, para evitar ciertos inconvenientes o afirmar más claramente la independencia de algunos de los vecindarios de las ocho poblaciones del Valle de Valdelaguna, para limitar interferencias en la gestión de sus asuntos privativos, de su término propio o para controlar mejor los gastos de tipo fiscal. Así lo vemos, por ejemplo, con ocasión del pleito suscitado entre el concejo del Valle y sus barrios de Huerta de Arriba y Tolbaños de Arriba, a principios del siglo XVIII, con ocasión de la forma en que se hacía el reparto de las exacciones fiscales 8.

Estos episodios constituyen, sin embargo, excepción. Prevaleció entre sus habitantes la idea de mantener la unidad municipal, en forma de una entidad única, aunque en ella se englobase un elevado número de núcleos de poblamiento. Se trata de una forma de municipio que no es habitual en esta parte de la provincia de Burgos, aunque sí en otros sectores, como en las Merindades. Percibida como ventajosa, fue defendida reiteradamente y exigido el respeto a las prerrogativas en este sentido concedidas por los monarcas al Valle. En tal contexto reclamaron que se les considerase para diversas cuestiones circunscripción única, como si de una sola entidad se tratase, y se constituyeron en comunidad para la administración de algunos términos, como el de "Patria", entre Huerta de Arriba, Huerta de Abajo, Tolbaños de Arriba y Tolbaños de Abajo, o el de "Trasomo", comunero de Quintanilla de Urrilla, Barbadillo del Pez, Vallejimeno y Hoyuelos, y a cuya propiedad llegaron por compra a la Corona del despoblado allí existente, así como algunos otros comuneros que aún susbsisten, no sólo entre pueblos del Valle de Valdelaguna, sino también compartidos con otros municipios próximos 9. El carácter unitario desde el punto de vista de la administración municipal ha sido, al mismo tiempo, compatible con la gestión autónoma e independiente por cada uno de los pueblos de los asuntos y negocios privativos de ellos y de la organización y aprovechamiento de los términos que les corresponden.

Frente a los gastos por las dietas devengadas en viajes y estancias de funcionarios públicos, como veedores y justicias, más crecidos si se les consideraba de manera individual e independientemente para cada pueblo, reivindicaron sus atributos unitarios y la firmeza de su organización comunitaria para que como a una sola entidad se les tratase, y así, exigiendo el respeto a su especificidad, obtuvieron de los reyes el mantenimiento de su estatuto mediante sucesivas confirmaciones, que se impusieron a las pretensiones manifestadas por los funcionarios de disgregar en diferentes visitas sus misiones 10. Y algo semejante ocurrió, incluso, frente a algunas pretensiones de la poderosa organización de la Mesta, de la que, por otra parte, eran miembros los más ricos habitantes del Valle y para la que trabajó la mayoría de los restantes, como pastores, durante varios siglos 11. Esa ocupación liberó a los pueblos del Valle de la obligación de cooperar en el mantenimiento de los ejércitos españoles con la aportación de hombres. Dos Reales Provisiones, de 24-VII-1656 y de 30-I-1666, una real Cédula, de 7-XI-1696, y un Despacho del Supremo Consejo de Guerra, de 16-I-1727, definen y confirman el privilegio por el que estos pueblos, y todo el Valle de Valdelaguna como conjunto, en atención a su participación en la producción lanera, se declaraban exentos y libres de contribución para la formación de milicias, quintas y levas de soldados 12.

Las referencias a la actividad pastoril de los pueblos del Valle de Valdelaguna, y de éste como conjunto, son lejanas en el tiempo. Las citas que relacionan a sus habitantes con el género de vida de los pastores trashumantes abundan desde el siglo XVI. Discurren en un lógico paralelismo con el desarrollo de la extensa legislación protectora de la ganadería lanar en España, lo que haría de nuestra Nación en los siglos centrales de la Edad Moderna la principal potencia internacional en su producción y comercio, si bien las normas reguladoras de esta actividad empiezan mucho antes, en la Edad Media, cuando su interés no pasó desapercibido a los monarcas medievales. El comienzo de lo que sería con el paso de los años la más poderosa asociación de ganaderos de España, el "Honrado Concejo de la Mesta", data de tiempos de Alfonso X, si bien tiene antecedentes más tempranos. Fue, no obstante, en la Edad Moderna cuando alcanzó su apogeo y máximo desarrollo, como desenlace de un proceso a través del cual se fueron incrementando progresivamente sus atribuciones y la preeminencia de sus miembros, administradores y defensores del elevado número de cabezas que llegó a integrar la cabaña de ganado lanar, trashumante. Junto a él también se desplazaba un número significativo de cabrío y algo de yeguar, que tenía carácter de servicio para el transporte.

En el caso de nuestra provincia, a su importante papel jugado como productor de lana, sobre todo a partir de los ganaderos de estas comarcas serranas, se suma el destacado interés que tuvo desde el punto de vista comercial, al convertirse la ciudad de Burgos, a través de la institución del Consulado de Burgos, en el principal y más activo lugar de comercio de España en esta materia, con una importante proyección en Europa. En los "libros de sierra", en los que los sujetos integrantes de esa notable corporación mercantil anotaban sus transacciones, no faltan, en efecto, referencias a la lana comprada en los pueblos del entorno serrano burgalés, además de la que se adquiría a ganaderos sorianos y de los cercanos pueblos de la Rioja —Monte Negro, Canales de la Sierra, Viniegra, Villoslada y otros—, para quienes trabajaban muchos de los pastores del Valle de Valdelaguna. El nombre de los propietarios de la lana y el lugar donde se compra no deben servir de elemento para la confusión, pues parte de sus ovejas pastaba en estos pueblos y en pastizales de otros de la comarca pinariega.

La mayoría de los vecinos del Valle de Valdelaguna tenían ovejas, pero no todas eran de raza merina, que trashumaban a Extremadura, aunque también las había estantes 13. Al lado de ellas había otras, en reducido número, de raza churra, más resistentes, que invernaban en la propia tierra. Ofrecían la ventaja de una mejor aptitud cárnica, pero daban una lana de peor calidad, y por ello menos apreciada y de más bajo precio, lo que las hacía menos productivas 14.

El pastoreo proporcionaba la principal fuente de trabajo para los hombres, jóvenes y adultos, empleados la mayor parte del año en la guarda de los rebaños, lejos de sus familias. Se ocupaban como pastores de sus propias ovejas o como asalariados de los grandes propietarios, con cuyos rebaños podían llevar sus pequeños hatos 15. De este modo, además del salario, percibían también un beneficio de la venta de su propia lana.

La agricultura tenía carácter de actividad marginal, de la que se encargaban predominantemente las mujeres. Ellas permanecían en el pueblo mientras los hombres, padres, maridos, hermanos e hijos, pasaban de siete a ocho meses en las dehesas del Sur, sobre todo en Extremadura. Practicada sobre una escasa superficie de cultivo, era, además, escasamente productiva 16.

Algunos hombres hacían compatible agricultura y ganadería, de dos formas, cuidando, a la vez, de sus pequeños rebaños de ovejas churras —o de merinas estantes— y sobre todo dedicando unos pocos días a la labranza en el corto período veraniego durante el que regresaban a su tierra. La hora de la vuelta a Extremadura llegaba muy pronto. Frecuentemente el apresuramiento impedía que se pudieran cumplir en debida forma compromisos como los contraídos para celebrar esponsales, por lo que muchas veces había que acudir al recurso de casarse por poderes 17.

La estructura profesional de los pueblos, que se puede conocer con bastante precisión para el siglo XVIII por el Catastro del Marqués de la Ensenada, respondía netamente a esta orientación económica. Así, en Huerta de Arriba, en 1753, la población se repartía entre treinta y tres personas que atendían los servicios, algunas de las cuales eran también ganaderos, ciento sesenta que se ocupaban del pastoreo de las ovejas merinas y de las cabras, que también trashumaban, y solamente tres con la agricultura como única actividad 18. No obstante, un elevado número de pastores, cincuenta, complementaban sus ingresos con una pequeña agricultura, que era tarea realizada por las mujeres, tanto esposas e hijas como criadas para la labranza, cuyo trabajo solamente durante el verano se engrosaba con la fuerza de los padres y hermanos que regresaban al pueblo y se turnaban en la custodia de las ovejas para ayudar unos días en las faenas agrícolas, segar trigales o centenales y recoger algunos haces de yerba en los prados 19.

La composición era similar en otros pueblos. En Huerta de Abajo había treinta y dos ganaderos y pastores —con once criados que les ayudaban en sus tareas—. Diecinueve entre ellos dedicaban a la agricultura entre uno y algo más de dos meses, y pasaban el tiempo restante, de siete a ocho, en Extremadura, con sus rebaños. Había doce agricultores y cuatro personas dedicadas a otros menesteres 20.

En Neila el reparto socioprofesional comprendía ciento diecinueve pastores y ganaderos, de ellos noventa y nueve dedicados sólo a la pastoría y veinte con dedicación parcial en la agricultura, entre veinte y ochenta días, como en los anteriores casos. Había, asimismo, trece que sólo eran labradores, pero nueve de ellos estaban impedidos físicamente o eran mayores de sesenta años, lo que constituía en aquel tiempo una edad avanzada. El panorama se completaba con veinte personas más dedicadas a otras actividades 21.

El elevado número de pastores era consecuencia de los grandes efectivos de la cabaña ovina, con 16.561 ovejas en Huerta de Arriba, 2.938 en Huerta de Abajo y 13.095 en Neila. Entre los tres pueblos sumaban 32.594 ovejas y 5.423 cabras. Si se incluyen los otros pueblos que forman actualmente parte del Valle de Valdelaguna el número se elevaba hasta 47.717 cabezas de lanar y 8.232 de cabrío. Había un pequeño número de grandes propietarios, con varios cientos de cabezas cada uno, y junto a ellos una alta porción de vecinos poseedores de sólo unas decenas de ovejas y de algunas cabras, que se agregaban generalmente a las de los grandes rebaños en cuya guarda se ocupaban o que se agrupaban entre sí para constituir un hato de mayores dimensiones.

La custodia de un rebaño de 1.000 cabezas requería el trabajo habitual de cinco pastores, y de tres o cuatro más en el período invernal. Al frente del rebaño iba el "rabadán", encargado de preparar todo lo necesario para el descanso y apacentamiento en cada etapa 22. Por ello, el que de hecho se encargaba de manera habitual y directamente de la conducción de las ovejas era el "compañero" del rabadán, con el concurso del "ayudante" y de dos "zagales".

En invierno sobre todo, pero también en otras épocas del año, a todos ellos se añadía la figura del "mayoral", que podía supervisar la gestión de uno o de varios rebaños, y que muchas veces era persona muy allegada familiarmente al dueño, o el propio dueño. Como el mayoral debía adelantarse al paso del ganado para solucionar convenientemente los posibles problemas de su estancia o tránsito con antelación suficiente era el rabadán quien efectivamente dirigía la conducción.

A los cuidadores señalados se agregaba durante el invierno, cuando las ovejas estaban en las dehesas extremeñas, o cuando eran conducidas en el largo viaje de vaivén entre los cálidos pastos de la invernada y los frescos de la montaña en el estío, el concurso de tres o cuatro "pastores temporeros", que correspondían a aquellas personas que tenían una pequeña labranza y que volvían en el verano para realizar las faenas de la recolección. Aprovechaban el invierno para obtener un pequeño salario como contratados de otros propietarios o ahorrando el que tendrían que pagar si no ocuparan este período de tiempo en guardar su hato por sí mismos. Además, cuatro o cinco "perros mastines" bien adiestrados colaboraban activamente en la conducción y guarda de ovejas y cabras durante todo el año 23.

En sus pueblos de origen los ganaderos disponían de los pastos comunes, a cuyo aprovechamiento les daba acceso la cualidad de vecinos. Pero resultaban insuficientes y, además, en parte quedaban restringidos por el uso preferente de otros tipos de ganado, como el de labor. La cabaña merina podía apacentarse, en cambio, en los frescos pastizales situados fundamentalmente en las partes más altas, en las "sierras" o "puertos", y dirigirse a otros —a los que se accedía por arrendamiento— en ciertos parajes de sus pueblos y en otros próximos, cuya ocupación principal no era la cría de merinas para la venta de su lana, sino la agricultura o la carretería. Como este tráfico era actividad desarrollada durante el verano, quedaba disponible parte de sus hierbas, que se alquilaban para sustento de las ovejas trashumantes de lugares cercanos. Había parajes que sólo se arrendaban esporádicamente con motivo de circunstancias excepcionales. Así se hizo, por ejemplo, en parte de este término de Vega en 1721 para obtener recursos con que construir un puente de piedra sobre el río 24. Y lo mismo se repetía en 1771 para sufragar los gastos de arreglo de la ermita de Nuestra Señora de Vega y las casas del Ayuntamiento sitas en el mismo lugar 25. Ahora, este tipo de necesidades se atiende con los ingresos obtenidos por la venta de pinos abatidos en cortas efectuadas con esos fines específicos.

Como es lógico, había otros tipos de ganado, pero con menos importancia que el ovino. Había cabrío, que también trashumaba, y yeguar, en la misma situación. El porcino tenía como objeto casi exclusivo la satisfacción de las necesidades alimenticias de carácter familiar. La ganadería vacuna no era tan crecida en estos pueblos como en los situados al sur, porque aquí no se había desarrollado el transporte carreteril. El ganado bovino existente estaba vinculado a la explotación agrícola, que, como ya hemos dicho, no constituía la actividad principal.

Generalmente cada familia tenía unas decenas de ovejas y cabras, una cerda de cría, entre una y cinco cabezas de vacuno de todas las edades, y de uno a tres caballos y yeguas, incluídas sus crías. Algunos tenían un mayor número de ovejas y de cabras, hasta llegar al centenar, pero no era frecuente, y eran pocos los que poseían varios centenares de cabezas, constituyendo excepción los propietarios de más de mil ovejas. Éstos, lógicamente, las explotaban por medio de personal asalariado y con el concurso de sus hijos.

Los labradores tenían comúnmente una yunta, compuesta de dos bueyes en algunos casos y más frecuentemente de un buey y una vaca o de dos vacas, pero algunos sólo eran dueños de media yunta, por lo que debían asociarse con otros para hacer las labores. Poseer más de una yunta era excepcional.

Al cultivo se dedicaba un reducido número de tierras, en las que en año y vez se cultivaba sobre todo centeno y trigo ("comuña" o "morcajo") y en menor medida cebada y avena. Los rendimientos eran bajos, con poco más de cuatro Qm. por hectárea en trigo y algo más de tres Qm. por hectárea en centeno, según el Catastro del Marqués de la Ensenada 26.

La composición de los montes en épocas pasadas era distinta de la que presentan en nuestros días. El pinar tuvo hasta el siglo XIX una extensión inferior a la actual. Tenían más importancia los robledales y hayedos. Así, en Huerta de Arriba, solamente aparecen citados por el Catastro del Marqués de la Ensenada, a mediados del siglo XVIII, poco más de dos hectáreas, y no llega a una las que señalan para esta conífera en Tolbaños de Abajo 27. La progresión de los pinos se ha hecho con posterioridad y en su expansión es de suponer que no habrá estado ausente como factor propiciador la acción destructiva de las masas originarias de frondosas para favorecer el desarrollo de los pastos o incluso para instalar tierras de cultivo a lo largo del siglo XIX 28.

La explotación de los montes se enfrentaba a dificultades generadas por disposiciones externas a los deseos de los pueblos, por lo que su utilidad se veía menguada. Los poderes públicos ajenos a las competencias concejiles más que regular venían, a veces, a vedar el aprovechamiento forestal. Expresivo es a este respecto el comentario que se hacía en Tolbaños de Arriba en las Respuestas Generales del Catastro del Marqués de la Ensenada, cuando se afirmaba que los "árboles silvestres... no producen utilidad alguna para el Concejo, ni particulares, por no beneficiarse su madera, ni venderse, ni arrendarse su leños, ni aun poderse cortar sin pena para los vecinos" 29.

Las estrictas ordenanzas dirigidas al mantenimiento y fomento de las masas forestales, comunes a otros lugares, llegaron a tener en esta comarca particular incidencia. Podemos sospechar que no fuera en parte más que el lógico resultado de exigir con uniformidad el cumplimiento de una legislación general diseñada en función de los problemas y situaciones propios de otros lugares, como sucedió con la aplicación de la Ordenanza de montes y nuevos plantíos de 1748, y que sería, en cierto modo, el equivalente a la visión desde una perspectiva urbana, desvinculada de la realidad de las cosas y de los problemas de las comunidades rurales afectadas, con que frecuentemente se ven los problemas y las cuestiones forestales.

En Neila, el pinar tenía una mayor presencia histórica que en los otros dos municipios próximos señalados. Además, consta que en el siglo XVIII se realizaba alguna actividad relacionada con la venta de la madera, que se suministraba a lugares situados a una cierta distancia, como la ciudad de Burgos 30. La superficie de montes arbolados comprendía 1.600 fanegas, pobladas conjuntamente de pinos, hayas y robles 31. Otras 10.000 se dedicaban a pastizales y estaban desprovistas, o escasamente guarnecidas, de vegetación arbórea. Habría que añadir las 6.000 fanegas de pastizal del término "Triguera", jurisdicción de Regumiel de la Sierra, pero donde Neila tenía derecho al aprovechamiento de pastos 32. El avance forestal ha sido importante desde entonces, como lo demuestra la extensión, 3.259 hectáreas, que tienen los actuales montes maderables en este municipio 33. Y una gran parte de ellas corresponde a pinar, que se ha expandido, en parte, a costa de las otras dos especies, robles y hayas.

El crecimiento del bosque tuvo lugar en el siglo XIX y a lo largo del actual, sobre todo desde que la trashumancia y, después, la agricultura se fueron reduciendo y en las tierras mantenidas antes para pastos el pinar encontró condiciones favorables para su multiplicación —a lo que hay que añadir, más recientemente, la actitud propicia a este crecimiento manifestada por los Distritos Forestales en algunos lugares. En 1930 todavía se arrendaban en Neila pastos para un total de 5.581 cabezas de merinas. La trashumancia subsistió hasta los años cincuenta, pero progresivamente disminuída en importancia y cada vez más con carácter residual. El número de cabezas ya no era comparable con el de siglos anteriores y con ello la necesidad de pastos también se hizo menor 34.

También en los otros municipios ganaderos se produjo una disminución similar de la cabaña ovina. El Valle de Valdelaguna, sin contabilizar Barbadillo de Herreros, tenía a mediados del siglo XVIII 34.622 cabezas de lanar, repartidas entre varios grandes rebaños, puesto que había diecinueve propietarios de más de 300 ovejas, con un total entre ellos de 13.727 cabezas, y un número más crecido de pequeños ganaderos, que reunían entre ellos otras 20.895 35. Kleinpenning evalúa en torno a 40.000 el número de cabezas existentes a finales del siglo XIX y era de 11.059 en 1934 36. A principios de los años cincuenta su número había descendido ya por debajo de las 10.000 37. Y al mismo tiempo, los que habían sido pueblos de pastores, tránsfugas temporales en medio de duras condiciones de vida, se hicieron emigrantes permanentes, buscando en otros lugares y por otros medios su forma de subsistencia.

Se trataba de comunidades que una gran parte del año estaban integradas básicamente por mujeres. Pocos hombres estaban en el pueblo entre los meses de octubre y mayo, sólo los incapaces para trabajar y para sufrir los rigores del relente y de la lluvia, los enfermos, los impedidos o los demasiado ancianos, algún labrador permanente —ya hemos dicho que eran muy pocos los que tenían la agricultura como actividad exclusiva— y los ganaderos principales, que hacían enteramente su explotación con personal asalariado o con el concurso de alguno de sus hijos. La masa varonil quedaba reducida durante un período de siete o de ocho meses a estas personas y a las que, no muy abundantes tampoco, se ocupaban del reducido sector de los servicios.

El pastoreo ocupaba por igual a toda clase de personas varones. Muchos de los pastores que tenían fijada su residencia aquí trabajaban principalmente como asalariados para los rebaños de propietarios forasteros de Pineda de la Sierra, Canales, Vinuesa, Monasterio de Valbanera, Hospital del Rey de Burgos, Viniegra, e incluso otros mucho más alejados, como, por ejemplo, los Jesuítas de Plasencia.

Conviene señalar también el importante papel de las regulaciones colectivas, especialmente desarrolladas en el municipio de Valdelaguna 38. Hasta el siglo XX hubo rebaños comunes, y diferenciados, de vacas, bueyes, de trabajo y cerriles, cabras y cerdos, con sus pastores ya contratados por el Ayuntamiento, ya rotatorios por turno o adra entre los vecinos. En los años sesenta todavía se formaban porcadas comunales que aprovechaban primero las rastrojeras y después pasaban, hasta el mes de diciembre a consumir directamente las bellotas y los hoves en los montes. Se permitía a cada vecino un cerdo, que, negro o rojo, se compraba en el mes de mayo o junio a los tratantes de ganado que llegaban con sus piaras hasta aquí. El aprovechamiento de pastos era muy estricto y sujeto a fechas muy concretas, y lo mismo ocurría con la recolección o el consumo de los otros frutos ofrecidos naturalmente por el bosque 39. Los turnos y períodos en que cada tipo de ganado podía acceder a los diferentes lugares de apacentamiento estaban rigurosamente regulados.

Hoy estas prácticas ya se han perdido, pero se han mantenido hasta no hace muchos años reminiscencias de algunas, como la fijación de unas fechas límite para el inicio y finalización de la entrada de ganado en las tierras correspondientes al terrazgo, aun después de haber quedado incultas, pero de las que se podía hacer una siega de yerba. Además, aún se yerguen grandes casas de los más potentes de aquellos ganaderos de merinas, algunas altivamente blasonadas, como corresponde a una tierra entre cuyos pobladores abundaban los hidalgos. Y todavía pervive en el recuerdo —que rememora con cierto sentido épico viejas historias— la imagen de los lejanos días de la trashumancia, contada con el sentimiento triste de las cosas perdidas e irreparables, como la juventud —tal vez porque en ello hay un inseparable paralelismo y unión—, por algunos de los vecinos, antaño austeros pastores y hoy nostálgicos ancianos, que constituyen, por otra parte, como es lógico, mayoría entre la población de estos pueblos serranos.

Ha aumentado, en cambio, la extensión de las masas arboladas, y los pinares forman hoy frondas más tupidas que en siglos pasados. También ha variado la forma de sus aprovechamientos, antaño por entresaca y hoy regulada la extracción de la madera con criterios rigurosos para mejora de la productividad de las masas forestales, sometidas a cortas que tienen como objetivo llegar a masas homogéneas por sus características y edad.

Había sitios donde la extracción de los troncos resultaba difícil por lo abrupto del terreno. Por eso sólo una parte de los montes podía ser objeto de explotación real y sistemática, mientras que los sectores más alejados, más montuosos, de más complicado transporte de los árboles no suscitaban interés para el aprovechamiento maderero, incluso en los pueblos situados más al sur, donde la madera era objeto de explotación sistemática. En Neila y en Valdelaguna hay que considerar, además, los inconvenientes que entrañaba dicho beneficio, pues los hombres permanecía gran parte del año fuera del pueblo. Esas dificultades de acceso a ciertos parajes explican hechos como el de que cuando hace pocos años se construyó la carretera que da acceso al elevado complejo de las lagunas de Neila se abatieran árboles pluricentenarios.

Otras veces eran impedimentos legales los que vedaban el acceso al disfrute de esta riqueza. El valor de los pinos y el consiguiente atractivo de su producto, contemplado con anhelante fruición por los empobrecidos habitantes de los pueblos, nos pueden explicar la contrapartida de las restricciones, recogidas en una amplia legislación, para la corta de árboles en general y de los pinos en particular. La aplicación con carácter general de aquella legislación restrictiva condujo a situaciones de suma dificultad para algunos vecindarios, y en ese contexto hay que ver la reclamación que hicieron varios pueblos próximos al Valle de Valdelaguna, en Burgos y Soria, a los que se les concedería, en diferentes fechas del siglo XVIII el privilegio real de poder cortar anualmente varios miles de pies de pino para repartir entre sus habitantes. No fue el caso de donde nos encontramos, porque sus pobladores tenían otras ocupaciones y otras preocupaciones. Pero también aquí se plantearon problemas para acceder a su uso, de lo que es un ejemplo la expresión antes citada contenida en la exposición que hacía Tolbaños de Arriba, al contestar al cuestionario del Marqués de la Ensenada 40.

Desde entonces hasta hoy el pinar no sólo no ha retrocedio sino que ha experimentado una expansión determinante de que forme hoy en la comarca una veste más tupida que la de épocas antiguas. Y esa densidad, que tinta de colores verdinegros el refrescante paisaje montañés y puebla sus valles y colinas de las briosas figuras de los gráciles pinos silvestres, influye en la orientación actual de su economía.

A partir de finales del siglo XIX se produjeron, en efecto, cambios importantes desde el punto de vista económico. Decayó paulatinamente la ganadería lanar trashumante. Afectada primero por la supresión de los privilegios de la Mesta, por el encarecimiento de los pastos en Extremadura, después, y finalmente por el alza de los costes salariales de los pastores, los efectivos de la cabaña ovina experimentaron una fuerte mengua. No obstante, un importante número de personas de los pueblos ganaderos siguieron durante un tiempo con sus periódicos desplazamientos como pastores a Extremadura, pero ya sin ovejas propias. Y los pastos estivales de las sierras ibéricas se sustituyeron por otros más septentrionales, situados en la montaña de Palencia.

Las consecuencias de la decadencia a partir de mediados del siglo XIX de los modos de vida tradicionales de la comarca, la carretería en los pueblos del sur y la ganadería en los del norte, generaron una crisis, que se tradujo en la aparición de un fuerte flujo migratorio y, tras él, evolucionó a una reorientación de la actividad económica. El aumento generalizado de interés por los pinares y la madera en los pueblos de la comarca pinariega también tuvo manifestaciones en los pueblos del Valle de Valdelaguna, aunque de forma más limitada. Como los hombres estaban ausentes la mayor parte del año no habían adquirido tradición forestal. Esa falta de de tradición en los repartos planteó problemas para que se pudiera llegar a la forma de adjudicación directa de las cortas. Además, las masas arboladas, con excepción del municipio de Neila, no alcanzaban en estos lugares la densidad de los pueblos antiguamente carreteros, aunque en fechas recientes han experimentado un importante impulso en Tolbaños de Arriba, Tolbaños de Abajo y Huerta de Arriba y Huerta de Abajo. El nivel de ingresos proporcionados no fue aquí, ni es —con excepción de Neila, que alcanza hoy las cotas más altas de rentas madereras—, importante ni siquiera en los años de máximo precio de la madera.

La extensión que ocupa en la actualidad el monte maderable supone el 52 por 100 de la superficie total de los ocho pueblos, alcanzándose el 70 por 100 si se considera el conjunto del terreno forestal 41. No hay, sin embargo, ninguna instalación industrial, a diferencia de lo que sucedía en tiempos pasados, cuando se contaba, al menos desde el siglo XVIII, con una serrería movida por fuerza hidráulica, en el río Santa Catalina.

Al lado de ello la ganadería ha pasado a ostentar un carácter de complementariedad económica para las familias. El ovino ya no es lo que era 42. Tampoco el vacuno es muy importante, aunque de aquí procedan las principales ganancias por ganadería 43.

La agricultura ha desaparecido totalmente y sólo con carácter simbólico se puede hablar del cultivo de algunas hortalizas, berzas y patatas, en unos diminutos huertos situados junto al pueblo, y en los que también se aprecia el abandono. El antiguo terrazgo sirve hoy para que se apacienten sin sobresaltos los pequeños rebaños. En los sectores de monte, cercanos al caserío, abandonados más tempranamente, el pinar avanza con sus correosos renuevos y va borrando las entalladuras de las antiguas parcelas, aunque no en todos los lugares por igual. En Huerta de Arriba no se cultiva nada desde hace ya más de una docena de años, con excepción de algunos huertecillos, que no pasan, en total, de una hectárea. En el Valle de Valdelaguna, con más de siete mil quinientas hectáreas, sólo figuran como superficie de cultivo cuatro, a las que se podrían sumar unas doscientas de prados naturales. Se han cultivado, no obstante, durante algunos de estos últimos años unas sesenta hectáreas en una sola explotación —en Bezares—, que va reorientando intermitentemente su producción, según las circunstancias cambiantes, a cereal, patata o eriales y pastizales en tierras recientemente compradas a los antiguos moradores de este pueblo por un nuevo propietario con residencia en la ciudad de Burgos. Se trabaja con obreros eventuales, que se contratan en los pueblos próximos cuando las necesidades lo requieren.

El Grupo Sindical de Colonización "Santa Engracia", que se formó en Huerta de Abajo, también dejó la labranza hace varios años. Y en Tolbaños de Abajo y Tolbaños de Arriba tampoco se labra nada desde comienzos de los ochenta. Así la agricultura no ha pasado a erigirse en alternativa para la anterior orientación ganadera.

La trashumancia ha retrocedido casi de manera absoluta 44. Hoy sólo subsiste un rebaño de ovejas trashumantes, de dos ganaderos descendientes de Tolbaños de Arriba, con unas 2.500 cabezas. A ello se suele añadir la llegada de otro rebaño, con unas 2.000 cabezas, que tiene su base en Viniegra. También ha cambiado la forma de aprovechar los pastos. El camino ya no se hace a fuerza de pasos y días recorriendo cañadas y veredas. Durante algún tiempo se utilizó el ferrocarril Santander-Mediterráneo, que las descargaba en Salas de los Infantes. Después se ha optado por el transporte en camiones, que dejan con rapidez al ganado en el umbral de los pastizales. Son los últimos restos de la trashumancia, practicada residualmente todavía durante un tiempo después de la Guerra Civil, cuando los pastores de Valdelaguna alternaban estos pastos con los del Norte de Palencia. De aquellos azarosos días aún recuerdan la incertidumbre y el temor a sus encuentros con los soldados movilizados en la montaña cantábrica, para perseguir a los guerrilleros, que se movían protegidos entre la maleza de aquellos fragosos espacios, adonde, como asalariados de ganaderos más poderosos también se dirigían.

Sí que ha medrado, en cambio, la superficie del pinar en algunos pueblos, aunque los ingresos directos derivados de la venta de su madera no lo han hecho de manera significativa. Tampoco el trabajo de preparación de los árboles es abundante. Los pinos ya no se suelen "pelar" en el monte, como se hacía antaño. Las serrerías o las fábricas de madera tienen descortezadoras mecánicas, que hacen el trabajo más rápidamente y a menor coste. Sacarlos hasta los viales de acceso o a las carreteras tampoco es ya operación que movilice a un alto número de personas y yuntas de bueyes. Los tractores, preparados para ello, y los camiones, provistos de grúas, hacen estas operaciones con rapidez y eficacia. Ya no se encargan a los vecinos de los pueblos, sino que generalmente se llevan a cabo directamente por los madereros que se han quedado con la subasta, los cuales utilizan su propio personal. Tampoco abundan, por otra parte, los brazos para trabajar, pues, a la fuerte emigración de hace dos décadas se ha unido posteriormente el declive de la natalidad, por lo que hoy una parte significativa de la población corresponde a jubilados, que en la mayor parte de los casos han logrado, en los últimos días de su vida, mejorar económicamente la situación que padecieron antaño, al poder unir a su pensión algunos ingresos procedentes de su pequeña ganadería.

Al llegar el verano las calles y los alrededores de los pueblos se animan con el retorno, durante unos días, de los emigrantes, que vienen con sus hijos para mostrarles las raíces de su propia infancia y para recordar su mocedad. Nos recuerdan una vieja imagen que casi podría hacernos pensar que nada ha cambiado, pues repiten la vieja historia de los pastores que también volvían cuando se acercaba el estío, aunque con la diferencia de que éstos lo hacen para descansar y en aquéllos tan sólo representaba una más entre las etapas de su difícil vida. Así el pasado y el futuro parecen unirse en este punto común de la cita de reunión estival, que, desde hace siglos, se mantiene como un rito inseparable de los habitantes del Valle de Valdelaguna.

 

N O T A S

1 Véase sobre esta cuestión Pedro Gil Abad: Junta y Hermandad de la Cabaña Real de Carreteros Burgos-Soria. Burgos. Excma. Diputación Provincial. 1983. 272 págs.

2 "...ego, Flagino Gundisalvit, ... concedo omnia mea hereditate ubique potueritis invenire ab omnia integritate, in Cupiello et in alio Cupiello, et in Quintanasicca et Motuva et Petrafita, Orvaniella, Mazuela, Tovalina, Arabuzo, alio Arabuzo, Alcoba, Fonteauria et Salguero et alivi. Super hec sic concedo ad domum Sancto Christoforum Orta et Villa de Munnio Scemeno, Beka et Tolvanios et alio Tolvanios, Fonte de Naila et Solarana et Barbatiello de Flerreros, Bezkafinos ...". Luciano Serrano: Cartulario de San Pedro de Arlanza, antiguo monasterio benedictino. Madrid. Centro de Estudios Históricos. 1925, cf. págs. 85-87.

3 "... ego, Velasco Gundisalvuze et Fredenando Gudestioz... tradimus nobis ad vobis Gomize et Sanzone confesor et Albaro presbiter et fratribus vestris santuarium Dei de Sancti Christofori et comitum eius cun terminis suis et suos exitus, qui est fundatu inter Villa de Munio Scemeno et Orta de Domno Belasco, cum agros et ortos, cum suos pomiferos et suos molinos...et montes et defesas..., que vos pascatis quanto nos, et in nonstras serras et in nostors montes ibi vos mandamus que pascat vestro ganato cum illo nostro in totas nostras villas pro remedio animas nostras...". Luciano Serrano: Cartulario de San Pedro de Arlanza..., cf. págs. 37-39. De 1047 es una confirmación hecha por Fernando I de una donación a Arlanza de varias casas sitas en Vallejimeno, cuyo convento es sometido en 1071 al dominio monástico de San Pedro de Arlanza.

4 Gonzalo Martínez Díez: Pueblos y alfoces burgaleses de la repoblación. Valladolid. Junta de Castilla y León. 1987. 426 págs., cf. págs. 195-196.

5 Gonzalo Martínez Díez: Pueblos y alfoces burgaleses de la repoblación, cf. págs. 196-200.

6 Emiliano González Díez: Colección Diplomática del Concejo de Burgos (884-1369). Burgos. Instituto de Estudios Castellanos. 1984, cf. págs. 325-326.

7 Gonzalo Martínez Díez: Libro Becerro de las Behetrías. Estudio y texto crítico. León. Centro de Estudios e Investigación "San Isidoro". 1981. 3 t., cf. t. II, págs. 613-620.

8 Arch. Hist. Provincial de Burgos. PR-3.256/2. Protocolos del Notario de Valle de Valdelaguna Francisco Sedano Lara (años 1715-1736), Santa María de Vega, 7-XI-1729, fols. 139-155v.

9 Para su régimen de gobierno se elaboraron diferentes ordenanzas, a través de las cuales se definieron también las formas en que habían de hacerse los aprovechamientos entre los vecinos. Arch. Municipal de Huerta de Arriba: Ordenanzas del Valle de Valdelaguna. 4 de abril de 1595. Arch. de la Comunidad de Patria: Acuerdo nuevo sobre el gobierno del término de Vega. 10 de agosto de 1717.

10 Real Carta de Carlos II. 26-III-1686.

11 Real Provisión del emperador Carlos V para que los alcaldes entregadores no conozcan en el Valle de Valdelaguna sobre acotamientos ni roturos de términos públicos, concejiles ni realengos.

12 Arch. Municipal de Huerta de Arriba. Libro de Privilegios del Valle de Valdelaguna.

13 Antonio López Gómez lo constata aún en los años cincuenta en su artículo "Valdelaguna. Colectivismo agrario en las Montañas burgalesas", Estudios Geográficos, XV, 57, 1954, 551-567, cf. págs. 561-562.

14 Una arroba de lana de oveja churra era evaluada a mediados del siglo XVIII por el Catastro del Marqués de la Ensenada en Huerta de Arriba en veintidós reales y diecisiete maravedís, frente a los cincuenta y tres reales y diecisiete maravedís que alcanzaba la de oveja merina. Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 902. Huerta de Arriba. Respuestas Generales. Respuesta núm. 14. También Eugenio Larruga: Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España... Madrid. Antonio de Espinosa. Tomo XXVII. 335 págs., cf. págs. 274-277.

15 A. López Gómez: "La trashumancia en Valdelaguna (Burgos)", Estudios Geográficos, XVI, 58, 1955, 163-166. Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 2.046. Tolbaños de Abajo. Libro Mayor de lo Raíz de Seglares, fol. 13v. Y así se manifiesta también para los demás pueblos del Valle.

16 La productividad del trigo era, por ejemplo, de tres fanegas y media por una de sembradura, en Huerta de Arriba, y la de centeno, el otro cultivo principal, de poco más de tres fanegas por una de simiente. Y parecidos eran los rendimientos en los demás lugares del Valle. Cuatro por uno y tres y medio por uno eran los que se obtenían del trigo y del centeno espectivamente en Tolbaños de Arriba. Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 902. Huerta de Arriba. Respuestas Generales. Sign. 2.048. Tolbaños de Arriba. Respuestas Generales.

17 "... para la gloria y honra de Dios está tratado casarse con... mas siendo pastor trashumante que tiene que marchar ahora de contado a la provincia de Extremadura no puede personalmente realizar el matrimonio, empero para que esto no deje de tener efecto... confiere todo su poder cumplido a... para que representando su persona se despose y case por palabras de presente que constituyen legítimo y precedidas las amonestaciones que prescribe el Santo Concilio de Trento...". Arch. Hist. Provincial de Burgos. Sign. 3.260/1. Protocolos del Notario de Valdelaguna Tomás Serrano García. Año 1840, fols. 121-122.

18 Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 902. Huerta de Arriba. Respuestas Generales. Respuesta núm. 35.

19 Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 902. Huerta de Arriba. Respuestas Generales. Respuesta núm. 35.

20 Un clérigo, un maestro, un tabernero y trajinero y el pastor contratado para la custodia del ganado vacuno del pueblo. Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 900. Huerta de Abajo. Respuestas Generales. Respuestas núms. 32, 35 y 38.

21 Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 1.184. Neila. Respuestas Generales. Respuestas núms. 32, 33, 35 y 38.

22 Aparece descrita una parte del itinerario seguido por los pastores de la Sierra burgalesa, con indicación de etapas y descansos durante el viaje, en Luis San Valentín Blanco: De la trashumancia del ganado merino desde nuestros puertos de la Sierra de la Demanda hasta las dehesas de Extremadura y Andalucía. Burgos. Excma. Diputación Provincial de Burgos. 1984. 77 págs.

23 Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 2.046. Tolbaños de Abajo. Respuestas Generales. Respuesta núm. 18. Sign. 902. Huerta de Arriba. Respuestas Generales. Respuesta núm. 35. Los salarios en este último pueblo eran de ochocientos ochenta reales y medio para el mayoral: ochocientos treinta y dos reales y medio para el rabadán; ochocientos treinta y dos reales y medio para el compañero; setecientos treinta y tres reales y medio para el ayudante; seiscientos cincuenta y seis reales y medio para los zagales. Los temporeros percibían trescientos noventa y cuatro reales y medio.

24 Arch. de la Comunidad de Patria. Libro de Actas de la Comunidad de Patria. Libro 1o. Acuerdo para arrendar parte del término de Vega por ocho años. Santa María de Vega, 13-I-1721, fols. 51-52.

25 Arch. de la Comunidad de Patria. Libro de Actas de la Comunidad de Patria. Libro 1o. Santa María de Vega, 19-VII-1770, fols. 96-98.

26 Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 1.148. Neila. Respuestas Generales. Sign. 902. Huerta de Arriba. Respuestas generales.

27 Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 902. Huerta de Arriba. Libro Mayor de lo Raíz de Seglares, fol. 193. Sign. 2.046. Tolbaños de Abajo. Respuestas Generales. Respuesta núm. 10.

28 Así lo supone también Pedro Gil Abad: Quintanar de la Sierra. Un pueblo burgalés de la comarca de Pinares. Burgos. Diputación Provincial. 1980. 415 págs.

29 Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 2.048. Tolbaños de Arriba. Respuestas Generales. Respuesta núm. 13.

30 Arch. Municipal de Neila. Libro de Cuentas de la Villa. Libro 6o. Años 1778-1817.

31 Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 1.148. Neila. Libro Mayor de lo Raíz de Seglares, fol. 130-137.

32 Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 1.184. Neila. Libro Mayor de lo Raíz de Seglares, fol. 138-138v.

33 Según las fichas elaboradas por la Cámara Agraria Local relativas a las Superficies ocupadas por los cultivos. Año 1992.

34 Arch. Municipal de Neila. Libro 1o de remates y contratas de la Villa. 1578-1925. Acta (10-II-1925) de subasta de los pastos a los que se podrá entrar a partir del 1 de junio. Johan Martin Gerard Kleinpennig: La región pinariega. Estudio geográfico del Noroeste de Soria y Sudeste de Burgos (España). Groningen. 1961. 208 págs., cf. pág. 66. Arch. Hist. Provincial de Burgos. Sign. H-742. Recuento de la Ganadería. Acta general de recuento... año 1930.

35 Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 902 y 903. Huerta de Arriba. Libro Mayor de lo Raíz de Seglares, tomo I y II. Sign. 900. Huerta de Abajo. Libro Mayor de lo Raíz de Seglares. Sign. 2.048 y 2.049. Tolbaños de Arriba. Libro Mayor de lo Raíz de Seglares, tomo I y II. Sign. 2.046. Tolbaños de Abajo. Libro Mayor de lo Raíz de Seglares. Sign. 2.719. Vallejimeno. Libro Mayor de los Raíz de Seglares. Sign. 297. Bezares. Libro Mayor de lo Raíz de Seglares. Sign. 1.582. Quintanilla de Urrilla. Libro Mayor de lo Raíz de Seglares.

36 J.M.G.Kleinpennig: La región pinariega..., pág. 61. Arch. Hist. Provincial de Burgos. Sign. H-742. Recuento de la Ganadería. Acta general de recuento... año 1934.

37 Arch. Municipal del Valle de Valdelaguna. Padrones de Ganadería. A. López Gómez: "Valdelaguna, colectivismo en las Montañas burgalesas", Estudios Geográficos, XV, 57, 1954, pág. 559.

38 Basándose no sólo en la documentación consultada sino también en lo que él mismo pudo observar directamente, hizo una interesante descripción de la organización de la explotación agrícola y ganadera, con carácter general y dedicando un apartado a la comunidad de Patria, Antonio López Gómez: "Valdelaguna. Colectivismo agrario en las Montañas burgalesas", Estudios Geográficos, XV, 57, 1954, 551-567. También se ha ocupado de ello, más recientemente, Carlos Giménez Romero: Comunalismo rural en el Valle de Valdelaguna (Burgos). Madrid. G.E.A., s. f., xerocopia, 256 págs., y Valdelaguna y Cocoatepec. Permanencia y funcionalidad del régimen comunal agrario. Madrid. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. 1991. 559 págs.

39 C. Giménez. Comunalismo rural en el Valle de Valdelaguna...; A. López Gómez: "Valdelaguna. Colectivismo agrario en las Montañas burgalesas", Estudios Geográficos, XV, 57, 1954, 551-567.

40 Arch. Diputación Provincial de Burgos. Catastro del Marqués de la Ensenada. Sign. 2.048. Tolbaños de Arriba. Respuestas Generales. Respuesta núm. 13.

41 Cámara Agraria Provincial de Burgos: Superficies ocupadas por los cultivos agrícolas. año 1992.

42 En Neila, a mediados de los ochenta, sólo quedaban dos rebaños, con 655 cabezas. Las 303 cabezas de caprino, incluídas las crías, se repartían a razón de tres a diez cabezas por familia.

43 Se basa generalmente en la tenencia de entre seis y doce cabezas por familia, de las que se vende la cría para carne aunque hay algunos vecinos que reúnen un número mayor.

44 De las 34.622 cabezas de lanar y 6.477 de cabrío que existían en el siglo XVIII para todo el Valle —sin contar el ganado de Barbadillo de Herreros, pero sí incluyendo las 16.561 ovejas y 2.864 cabras de Huerta de Arriba— se ha pasado a 4.500 ovejas y 342 cabras en 1990. El descenso se ha producido principalmente en la segunda mitad del presente siglo. Hacia 1900 aún se contaban 7.362 ovejas y 4.146 cabras en el Valle y hacia 1950 eran 9.875 ovejas y 1.492 cabras. C. Giménez Romero: Comunalismo rural en el Valle de Valdelaguna (Burgos). A. López Gómez: "Valdelaguna. Colectivismo agrario en las Montañas burgalesas".